jueves, 16 de octubre de 2008

Muestrario (dos cuentos por acabar)


Como todo gran hombre, Indio sabía que tenía un poder que explotar, aunque descubrirlo le costó más que la vida... Para reconocerlo, dispuso sus ansias y su corcel a un viaje. No lo planificó; le bastó con ver el horizonte, regresar a casa y con una cantimplora partir.
Recorrió extensos tramos de valles habitados por alacranes y arenas movedizas. Se contaminó, no una vez, de una extraña enfermedad que les sucede, lo supo después, solamente a los doctos, una suerte de lepra que brota desde las entrañas y que es sanada con la estupidez.
(Cuento inacabado)
(...)
Todo criminal retorna a la escena del crimen, dicen los libros. Él, huye de allí, pero primero se atreve a verlo todo en retrospectiva. Recuerda, pues, la primera tarde que se hospedó en la casa de doña Engracandinha, a quien nunca pudo llamar como debía; su español le impedía sonar como debía, es decir con esa eñe que no es eñe porque está rodeada de dos vocales que la permutan en algo así como una unión entre la jota y la eñe, algo incomprensible para un vulgar ecuatoriano que del bachillerato no pasó.
Al día siguiente escucha Talk a Walk on the Wild Side en esa versión encantadora donde sólo se le oye a Lou Reed el repetido Doo, doo, doo, doo, doo, doo, doo, y está seguro que le va a gustar el lugar. "Y creer ahora, se dice mientras intenta acomodarse al asiento de ese maltrecho autobús que pretende lo lleve lejos, muy pero muy lejos, que odio esa casa del demonio".
Es entonces, por mera curiosidad, que se acerca a la puerta del doctor. Golpea. De inmediato lo atiende un sujeto greñudo que aparece en una oscuridad extraña, rostro levemente sonrosado cubierto de humo, que lo invita a pasar y le dice que es médico titulado "hará veinticinco años", palabras castellanas que salen de sus labios silenciosos y esa boca oscura, como el cuarto, donde sólo brillan dientes amarillos. Ve el desorden de la habitación que está silenciosa y no cree que un médico pueda estar en una pocilga como ésa; un dolor nada gratificante en sus ojos. La sombra del doctor apagó el fuego y se deslizó por su caverna. Vuelve en sí. Todos los sí. Sí él, autoestopista vocacional que ha pasado así los últimos tres años y pico de su existencia tratando a su vez de justificarla en el camino, en las melodías estridentes de los poetas de paso que dizque hacen música y en el recuerdo de los poetas mediocres como Jim Morrison y los Ché Guevara que sugerían todo tipo de desencuentro como todo tipo de sueño, según él. Sí él, habitante de la vulgaridad de los que despreciaron a tiempo los estudios y que se entregaron a esa vida a costa de sus familias y las buenas referencias. Sí él, escritor de esa poesía verdadera y sí a hacer de esos papeles barquitos y dejarlos ir por las cloacas hasta que ganen vida. Sí al amor de malabarista esquinero, de observador de constelaciones que por un beso inventa que es Andrómeda lo que es Casiopea. Sí él, cuya vida se justifica en esos submundos.
Sigiloso como un tigre, vuelve a él el próximo encuentro. Una cafetería contigua al Maracaná que se llama como el estadio. Cinco botellas de cerveza ya vacías. Atardece lentamente y el viento atlántico mece las banderas en lo alto de las plateas del estadio. El doctor arroja su cigarrillo al suelo. Imágenes perdidas. Hojas viejas y amarillas, la mayoría de anuncios de prostíbulos y de candidatos presidenciales. De repente, el recuerdo se hace más claro por algún sentimiento que le rebrota. Es extraño, un coche cubierto de cagadas de pájaros, como el doctor, como los ojos del doctor. Sabe, para ironía del caso, que el doctor está enfermo. Basta con verlo.
-Va a morir -le dice al doctor, sin pensarlo.
Éste ríe, en su memoria ríe. Sus dientes amarillos lo devuelven al autobús. "¿Cómo pudo no verlo él mismo?, se pregunta. Ah claro, es que la enfermedad estaba en sus ojos", se responde.
Duerme un rato y se despierta al sentir que no se mueve, el autobús se ha detenido. Soñoliento, ve subir uniformados que piden la identificación de dos pasajeros escogidos al azar.
(Cuento inacabado)
A Take a Walk on the Wild Side, se la puede ubicar en la siguiente dirección:

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