miércoles, 29 de octubre de 2008

Un canto no general, generalizado

Hace dos semanas se hizo público el libro "La canción del invitado" de Galo Alfredo Torres, quien me pidió hiciera el lanzamiento y el juzgamieno crítico del mismo. A continuación, unos fragmentos de la presentación que preparé para aquella noche.




EL CORO DEL INVITADO
Carlos Vásconez


Para que no sepan que estamos enfermos, a veces fingimos estar afiebrados. Y es en esas temperaturas en que vemos la noche como si algo cayera de ella sobre la tierra, y es entonces, en esos desvaríos de enfermedad real y fingida, en que sabemos que algo que de allá cae está bien que caiga sobre nosotros, porque ocupará un lugar nuevo y acaso mejor del que ya ocupaba. Y entiendo que es de allá de donde proviene la invitación a este canto de Galo Torres a primero interpretarlo para por fin corearlo, porque la verdadera poesía es así, se anuncia en el aire y algunos animales la presienten. ¿Qué estrella cae sin que nadie la mire?, preguntaba Faulkner.
Esa es una de las formas de la entrega, el fingimiento, el disfraz, incluso la mentira que surge en procura de la paz y del sosiego, pero también la mentira que brota de la desesperanza, que sugiere un mundo justificado y mejor, un mundo lleno de poetas, de sus musas y de la gloria que logran en conjunto los poetas y sus musas. Y si hablamos de gloria, la mayor que un poeta puede aspirar está en entregarse, con toda el alma, a su poesía y tener fe, no sólo en sus cofrades escribas, sino también en sus detractores y en sus súbditos. Esto viene a acotación porque, al referirnos a las letras, los ecuatorianos estamos acostumbrados a respirar, con una frecuencia casi enfermiza, un monótono aire de trono vacío. Sin embargo, en este mismo país donde se alega que no se lee, donde evidentemente el tuerto es el rey, están sembrados escritores magistrales que, precisamente por estar muy enraizados, no se han dado a conocer como es debido, pero que demuestran, a pesar de estar atados a lo cotidiano, a pesar de ver llover, de buscar en los ojos ajenos unos que los identifiquen, de sopesar las posibilidades de éxito y renegar de los lugares comunes, que nada hay de casual en ellos. Tal vez se trata del mercantilismo o del mundanal ruido callejero que los tiende al silencio, a pausas en las rutinas y en el vértigo; o quizá el afán de intentar llevar a un libro lo inaudible, lo invisible que hay en todo eso; y entonces, dan con gratas sorpresas que nos las sirven en bandeja para que nosotros, convidados en ese festín, las devoremos famélicos; los poetas son la réplica a la afirmación de los morfólogos de la escuela goethiana, de que toda especie al perfeccionarse engendra una nueva especie.
Galo Alfredo Torres, poeta por vocación y destino, cinéfilo por intención, amigo mío porque no le queda más, nos presenta hoy un poemario que está en el olvido, en la memoria (que está llena de olvido), en el pasado y en las herejías, en un innominado pero descifrable mercado, en los sueños de los amigos, ahí, donde damos pasos de bastón tras el eco de su voz, y consigue poetizar como pocos la melancolía, que es lo mismo que decir la búsqueda, la rebeldía y la desilusión de ciertas infancias y adolescencias que han transcurrido en la ceguera, que se han visto sujetas a estereotipos y a guías inútiles de convalecencia. Para felicidad de nuestra memoria, que es casi rencorosamente refractaria a las formalidades académicas, Torres es capaz de alcanzar en “La canción del invitado” una ternura de niño a su vez que logra crueldades hirientes. Para graficar lo último, bastaría con revisar “Visiones en el mercado”, cuyo remate es ambiguo a la vez que colosal: Los perros callejeros se acercarán, husmearán el cuerpo abierto –de ella– y luego se irán, dejándonos en el paladar la sensación omnímoda de entusiasmo o de desinterés o aun de desprecio; y todo esto, resumido, no es sino tormento peculiar del poeta.


(...)


He nombrado a la memoria, al olvido, al pasado y a las herejías que son recurrentes en “La canción del invitado”; no obstante, lo son de una manera intencionada. Éstos llevan siempre en los poemas de Torres al pensamiento y a la enfermedad del alma dolida, como si lo uno viniera de la mano de la otra. Se trata de elementos que son centrales en la construcción de la idea de casi cualquiera de sus poemas. Ese contraste entre la cultura y la vida, digamos así, mantener la tensión, trabajar los posibles matices de esos dos mundos es fundamental en la escritura de Torres, mantener unidos los términos, siempre en lucha, creo que eso es constitutivo en Torres y a la larga prevalece la idea de que la memoria y el olvido empobrecen, y de que las vidas elementales de los hombres simples son la verdad… La seducción de la barbarie es un gran tema, por supuesto, de nuestra literatura. Para Torres, como para Bolaño o aun para Onetti, la barbarie, la vida elemental y verdadera, el destino ecuatoriano y sudamericano son antes que nada el mundo de la pasión. No porque no haya pasiones intelectuales, y eso Torres lo conoce muy bien, sino porque del otro lado está la experiencia pura, la epifanía. En ese exquisito poema titulado “Visita de la cruz”, un hombre se descubre de perfil al verse pobre de fe y caridad en la espalda de un enviado o un mensajero; esto es lo vivido, las pasiones elementales. Asimismo, he hablado del tormento; el tormento es una costumbre lógica en las personas limpias de fanatismo, aquél de preguntarse si la vida puede ser usada y disfrutada y abusada, si la vida no es una hectárea de terreno o quitarse el sombrero ante el paso de un hermosa mujer y comenzar a pedir limosna, o si la vida es un sueño, o es los libros que no compramos, a cambio de los cuales están los libros que sí leímos; o si la vida no es el pobre hombre que sólo quiere suicidarse, en algún régimen comunista, y se pregunta ¿cómo hacerlo si las máquinas del proletariado no funcionan?, o si la vida es dar las gracias por libros como éste y momentos como los que este tipo de libros nos brindan.


(...)


Por esto y más, “La canción del invitado” debe leerse mucho. Se ve ensalzado, su poemario, sobre todo por su ausencia de monotonía ya que llega a parecer casi una serie de respetuosos retazos de la vida de un hombre dotado de una extraordinaria sensibilidad, que, aunque parece de un cementerio hacer cloaca, representa con sencillez mas no simpleza, las pasiones de la carne y el corazón, y que nos dice que un día los hombres se van a agotar y que aquél que se subleve y escriba, no podrá hacerlo ya sino refiriéndose a ríos y a símbolos, y otra vez el escriba al paredón, y otra vez a elevar un canto mentiroso para no fenecer, prefigurar un porvenir recuperando un pasado ajeno. Porque sí, la poesía trabaja con el pasado. Se cierne en éste y con éste se entiende. Y entonces canta. Y en el murmullo de los timbres de sus páginas, se alza semimaterializado, sobre el silencio de a quien le ha tocado leer, corear y gozar.
Todo libro debe justificarse, sentenció el viejo Borges. “La canción del invitado” lo hace doblemente: se justifica como obra y nos justifica como lectores o diablillos que dormimos a las sombras de las iglesias. Lo he releído; hay en éste algo que atrapa y que es muy bueno como para que el autor nos lo muestre; algunas veces imagino que es la alegría de Galo Torres.

martes, 28 de octubre de 2008

La justificación



Lo siente llegar; antes ha escuchado a su espada atravesar los cuerpos de sus pretendientes y ha visto el aire lavado por una llovizna de tres días. No sale para no apreciar la catástrofe que de ser vista aminoraría la cantidad de imágenes con las que su imaginación ha surtido a su recuerdo los últimos años y con las que malsueña.
La robusta figura se posa en el umbral y esa silueta ensombrece con tanta fuerza el interior de la alcoba que la claridad que la rodea cruje como un madero de galeón. Ella lo distingue, con los ojos acristalados. Tiene la mano lista para propinarle una bofetada épica que le recuerde a ése su hombre que le faltó por tanto tiempo, el dolor de su ausencia. Sin embargo sus iras, lo primero que hace al notar que efectivamente es él, Ulises, quien llega, es abrazarlo y besarlo en los párpados. De pronto, se separa bruscamente y la furia femenina se apodera de su cuerpo, como de él la redescubierta belleza incomparable de Penélope, que Cronos se había encargado de borronearle de la mente.
-Y bien -dice Penélope con la voz temblorosa de rabia y excitación-, ¿qué mentira me vas contar? ¿Por qué tardaste tanto en volver?
La hace sentar, no sin bañarla en besos, para apaciguarla y darse aliento. Y el vagabundo Ulises, rodeado de sombras, se inventó La Ilíada y La Odisea.

lunes, 27 de octubre de 2008

La vida y algunas instrucciones para usarla




















Cuando le preguntaron a Roberto Bolaño, cuáles eran sus cinco libros, respondió, con su sorna característica, pero también con su común inteligencia, que sus cinco libros eran cinco mil. Enumeró libros entrañables y alguno que otro del que no puede adolecer una antología o biblioteca que se considere digna; a saber: El don Quijote; La vida, instrucciones de uso; Contrapunto; La invención de Morel; todo Borges; etcéteras.

Fragmento de El viaje de invierno de Georges Perec:

Durante todo el día, contando con la ayuda de Denis, Degräel procedió a un examen sistemático de la obra, persiguiendo la dispersión de los fragmentos en decenas de antologías y colecciones de textos. Así encontraron cerca de trescientos cincuenta, repartidos en casi trescientos autores; tanto los célebres como los más oscuros poetas del fin del siglo diecinueve, y a veces incluso los prosistas (como León Bloy y Ernest Hello), parecían haber hecho de El viaje de invierno la biblia de donde hubieran extraído lo mejor de sí mismos.

A sabiendas que encasillar una lista de los libros a leer es alerdear pero también enriquecedor para el oyente o para el lector, me atrevo a dar una breve lista de los libros que, además de ser de cabecera, pueden dar sentido (en mi humilde opinión) a este mundo que reclama magia y muchas veces espera que esta magia lo justifique. Me atrevo, pues, a dejar constancia de mis libros que hoy (ya que los tiempos, como las costumbres y los anhelos van cambiando según se vive, ergo, se aprende) marcan el camino, a veces tambaleante, a la manera de Kafka, que recorremos los equilibristas que sobre esas líneas hacemos equilibrio.
He aquí mi primer intento que la Providencia sabrá si lo continúo o fenece donde nace, en este blog (o juego de egos):
Me acojo, no sin entusiasmo, a la obra íntegra de William Shakespeare, el bardo inglés que dejó dicho que "la vida es un cuento contado por un idiota"; sin embargo, limito la panorámica a Hamlet, Otelo, El rey Lear, Macbeth, Ricardo III y los Sonetos.





Georges Perec, y la dificultad que plantea, me entretiene constantemente. Abrir cualquier página de La vida, instrucciones de uso, abastece mis días, sobre todo mis tardes ociosas, con la magia de un puzle que, además, está relleno de nouvelles y cuentos de una exquisita manufactura. Un escritor que sí escribía, y vaya cómo.
De La invención de Morel, sólo añadiré que sigue siendo una alegría abordarla cuando sea, bajo el estado de ánimo que nos toque afrontar, ensopados o agrios...
Mi predilección es prosáica, no obstante, sé que la poesía es del hombre como el hombre lo es del vino. Quisiera decir que Whitman está sobre todos; lamento decepcionarme. Prefiero al mismo Shakespeare, a Keats, a Edgar Lee Masters, a Wallace Stevens y, en español, a Vallejo. Cualquier libro de César Vallejo.



PRIMERA TIBIEZA
Wallace Stevens


Me pregunto: ¿He vivido una vida de esqueleto
siendo un interrogador de la realidad,

compatriota de todos los huesos del mundo?
Ahora, aquí, la tibieza que había olvidado se torna

parte de la realidad mayor, parte de
una apreciación de una realidad;

y así en una elevación, como si viviera
con algo que pudiera tocar, tocar en todo sentido.

Obviamente, El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha.
Obviamente, Ulises, esa obra que James Joyce dijo que había escrito para mantener ocupados a los críticos durante cien años.
Entre las novelas, Grandes esperanzas de Dickens, Seda de Antonio Baricco, La conjura de los necios de Kennedy Toole, Cien años de soledad de García Márquez, Mientras agonizo de William Faulkner, y como se trata de una suerte de escogitamiento, me detengo en este punto con las novelas, aunque también me gustaría contar entre ellas a Meridiano de sangre de Cormac McCarthy y esa joya del postmodernismo llamada La subasta del lote 49 de Thomas Pynchon y esa otra joya de la literatura contemporánea titulada por Umberto Eco "El nombre de la rosa" y esa otra maravilla, El sueño eterno, de Raymond Chandler, y cómo no dejar para después Palinuro de México de Fernando del Paso o El hombre que fue jueves de Chesterton o El corazón es una cazador solitario de Carson McCullers...
Entre los cuentistas, nadie como Kafka y nadie como Borges y nadie como Chesterton, en sus rubros, aunque similen.



EL BUITRE
Franz Kafka



Érase un buitre que me picoteaba los pies. Ya había desgarrado los zapatos y las medias y ahora me picoteaba los pies. Siempre tiraba un picotazo, volaba en círculos inquietos alrededor y luego proseguía la obra.
Pasó un señor, nos miró un rato y me preguntó por qué toleraba yo al buitre.
-Estoy indefenso -le dije-, vino y empezó a picotearme, yo lo quise espantar y hasta pensé torcerle el pescuezo, pero estos animales son muy fuertes y quería saltarme a la cara. Preferí sacrificar los pies: ahora están casi hechos pedazos.
-No se deje atormentar -dijo el señor-, un tiro y el buitre se acabó.
-¿Le parece? -pregunté-, ¿quiere encargarse del asunto?
-Encantado -dijo el señor-; no tengo más que ir a casa a buscar el fusil, ¿Puede usted esperar media hora más?
-No sé -le respondí, y por un instante me quedé rígido de dolor; después añadí-: por favor, pruebe de todos modos.
-Bueno- dijo el señor-, voy a apurarme.
El buitre había escuchado tranquilamente nuestro diálogo y había dejado errar la mirada entre el señor y yo. Ahora vi que había comprendido todo: voló un poco, retrocedió para lograr el ímpetu necesario y como un atleta que arroja la jabalina encajó el pico en mi boca, profundamente. Al caer de espaldas sentí como una liberación; que en mi sangre, que colmaba todas las profundidades y que inundaba todas las riberas, el buitre irreparablemente se ahogaba.

Dejo para una futura e improbable ocasión, la continuación de esta lista. Hasta entonces, tal vez descrea de alguno o varios de los libros antedichos. Por el momento, no.

domingo, 26 de octubre de 2008

María Luisa, acto de fe


María Luisa, acto de fe
Carlos Vásconez


Supongo que el deber de un lector es mantenerse firme a los libros que ha leído, y si es que lo han conmovido, aumenta la obligación de reciprocidad. No es éste el pensamiento de María Luisa, lectora empedernida y a veces enfermiza de Borges. Lo lee para despistarse de la vida, para olvidarse de que hace fila en un banco o para esperar el autobús. Lo lee también por las noches y recuerda o imagina algún cuento de Borges mientras le hace el amor algún que otro sujeto cuya nefasta vida debía ser la razón última por la cual tomaba la decisión de ir a buscarla a una esquina o llamar a su teléfono celular que la auspiciaba, casi a diario, en el periódico vespertino. María Luisa no sólo lee a Borges, pero lo prefiere sobre los demás. Tampoco es que sepa mayor cosa de la vida del escritor argentino, ni muchos detalles sobre la calidad innegable de su obra literaria, lo que sí sabe es que su libro favorito, el que lee y relee, “El Aleph”, es el regalo y el recuerdo de su único y verdadero amor, Julián Fuentes, un joven que murió accidentado, hará ya diez años, en la Interestatal 36, tras una colisión con un camión de electrodomésticos.
La primera vez que se vendió fue en el verano del 2002. Lo hizo a un joven que la anheló durante toda la noche, una noche que a ella le apetecía una noche cualquiera y que devino en sorpresas. El alcohol influyó notablemente en sus decisiones, desde mojarse la camiseta con cerveza, hasta el hecho de aceptarle un billete de cincuenta dólares a cambio de poseerla por el resto de la noche, que no era mucho, pero era bastante. María Luisa se despertó de un sobresalto cuando ese joven innominado la penetró y se dio cuenta sólo entonces que no usaba preservativo y que lo más probable fuera que lo contagiara con alguna enfermedad venérea. Sin embargo, lo que pensó entonces fue que ya el crimen estaba efectuado, sacarlo a la fuerza hubiese sido motivo suficiente para encabronarlo y quizá para provocarle que le propine una paliza, y terminó por convencerse que ése era un chico guapo y que no había tenido relaciones desde hace un tiempo prudente y que el duelo ya tenía que terminar. Lo hizo dos veces y lo disfrutó. Más disfrutó de los cincuenta dólares que a la mañana siguiente le dio ese muchacho que, al verlo bien, era tan guapo como había imaginado y no daba la impresión de ser de esos sujetos impulsivos que hubiese podido propinarle el menor golpe.
Volvió a hacerlo varias veces en distintos balnearios del país. Una noche no le agradó el sexo y fue desde ese momento cuando compaginó la idea de las lecturas y la fantasía borgeana con el acto sexual. Fue lo primero que le vino a la mente, y en esos casos, como se obligaría a pensar, no hay que pensarlo dos veces si es que por fin algo te distrae y te hace placentero algo que no lo es. La sensación de suciedad que pudo haber sentido cuando descubrió que no le gustaba el sexo, o que en su defecto ya había dejado de agradarle por repetitivo, o porque ese mastodonte no le brindaba placer alguno, se convirtió en una excusa nada injustificada para sobrellevar los malestares.
Es cierto que repitió la dosis más de una vez y bajo circunstancias del todo contrastantes. Que imaginó “El inmortal” cuando padeció un dolor de muelas o que recordó, línea tras línea, “Deutsch Requiem” en el velorio y el entierro de su madre. No es menos cierto que al mundo borgeano lo cotejaba con el mundo real, colocándolos en una suerte de balanza que equilibre por fin una vida venida a menos.
Guarda “El Aleph” en su bolso. Viste como una mujer bien, de manera especial porque cree que gana así más que vistiendo como una callejera, con mallas y bragas que evidencie su minifalda. Por eso come en restaurantes, si bien no del todo elegantes, sí lugares que una persona de clase media, clase a la cual apunta para sus cortejos, podría frecuentar. Las cuentas las arregla de entrada y ha decidido no acostarse con más de un hombre por día. Aclara las cosas:
–Mira mijito –dice con algún desdén pero cuidando las palabras para que no la expulsen de esos sitios–, si me quieres, tienes que cancelar la cena y mi paga es de cincuenta dólares. No esperes sorpresas. Me llevas a un cuarto de hotel y amanecemos juntos, si así lo quieres.
Y así transcurre las noches, decidida a que nadie ni nada la devolverá al amor. Sin embargo, lo extraña, y eso está claro cuando un hombre que la ha poseído se la encuentra en alguna esquina leyendo. A éste no le queda más que imaginarla una suerte de mujer cuya vida solariega le insta a las malas noches; tal vez fue la culpa, puede decirse cualquiera, de un marido agresivo, o de un padre pedófilo e incestuoso. Pero no sabe, este sujeto que tratará de llamar la atención de María Luisa a toda costa para ver si ella lo reconoce y así le hace un descuento, que lo que la volvió prostituta fue un hombre bueno que supo darle el amor que muchas otras mujeres anhelan y que no se atreven a buscar.
No pretende cambiar. No pretende ser mejor. Eso queda para los adolescentes. Ella lo único que quiere es ser mujer.

lunes, 20 de octubre de 2008

De peluquería y futuros atardeceres

De peluquería y futuros atardeceres
Carlos Vásconez



Triste es la palabra que define el amanecer del primer hombre cuando vio a su mujer sin cabellera. Cómo temió este primer hombre, el del fuego y la rueda, aquel que pronto moriría de peste, para quien lo único que blasonaba su escudo era el oro y el púrpura de muchos heráldicos atardeceres. Al verlo, el sol era de otro; el hambre satisfecha, de todos menos él; su mujer, de nadie. Cuánto le costaría descubrir que esa rebelión era también una tiranía para su otredad, y que se convertía, ahora, en el fantasma perfecto de un gentil, de un postrer caballero. ¿Cómo comprendió a esa voz inconcebible que le hablaba desde adentro diciéndole que le tocaba vencer a los rivales por la mujer sin cabello que le había usurpado la definición de varón?
Se arrojó al pecado, por comprenderlo; al azar, por temerlo. Guerreó ansioso, en busca de demostrarse valentía, antes que se borre la luz. Ensangrentado, volvió a casa esa noche. Su mujer lo recibió con alimentos calientes, con el amor predispuesto y con esa cosa rara que contraía su cara y que no había visto, su sonrisa. No extrañó su cabellera hasta que rebrotó. Con un antiguo estupor, la acarició.
Esa misma inocencia que la movió a buscar sonrisas, ese mismo instinto, esa misma idea que rauda la acometió, fue la que la llevó a pelar melenas femeninas y a fundar lo que bien puede ser el primer gran negocio de los hombres, un negocio de mujer.

Cuenca, 12 de septiembre de 2008

El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha

He aquí al ingenioso hidalgo en su desvarío encantador.

"Fusióname en tu canto e invítame a contemplar los caminos solaces. A tu envergadura y tu peto rociara de oliva.
No, no me invites. No quiero ver a tu Dulcinea, porque por su cuerpo sólo anduvo tu mano; por su memoria, tu ansia; por su capricho, tu silencio... por su risa, tu llanto."

Cide Hamete Benengeli lo soñó; nosotros seguimos buscándolo.

Like a Rolling Stone


A pesar de la típica y lógica controversia que se puede generar al hablar de cuál es mejor o peor, más valiosa, eternizante o gloriosa, o que simplemente vale la pena más que otras, ésta, la canción himno del cantautor estadounidense Bob Dylan, ha marcado, quiéralo quien lo quiera y no quien no, un hito en la historia de la música (decir contemporánea es redundar y también alardear de una sabiduría que no nos compete). Me refiero puntualmente a Like a Rolling Stone. Para la revista Rolling Stone, ésta es la número uno en la historia del rock o de la música en inglés. Nos sumamos a esa posición, no sólo por lo que simboliza la canción, sino lo que termina por representar su autor, tanto como ícono de libertad cuanto como profeta en su propia tierra, siendo emulado no por uno de sus coterráneos y envidiado por gran parte de sus colegas.
A continuación, la letra tanto en inglés, cuanto una traducción, la más cercana a lo original, de esta monumental pieza musical que bien puede catalogarse dentro del grupo de "obras maestras" de la historia de la música. Un par de detalles a tomar en cuenta: primero, la dirección de YouTube que se anota abajo de estos renglones corresponde a un concierto dado por The Rolling Stones en Río de Janeiro y en el cual el invitado especial es Dylan para entonar, junto a ellos Like a Rolling Stone. La segunda, la simpleza poética, muy acorde a su maestro, Dylan Thomas, que se halla en la canción. Casi es una simpleza dialéctica, poética y profética -valga reiterarlo-, porque no imagino que no haya alguien, de sano juicio aunque a veces lo pierda por ser tan sano en un mundo de imaginería barata, que viviera una historia similar o hubiese conocido, en último caso, a una muchacha con este corte de princesa descarriada.
Cabe recordar que Like a Rolling Stone trajo, acto seguido a que fue hecha pública, mucha tela que cortar, incluso por el desvinculamiento que conllevó la canción, de un Bob Dylan antes ceñido al traje de todo lo folk y que de pronto convirtió su estilo en un rock con sentido, con intención y que seguramente no morirá, porque hay cosas que no saben hacerlo, y esta canción, maciza como una piedra a la cual se la puede patear sin tregua hasta rompernos los nudillos o ya de plano desuñarnos, es una de esas "cosas".

http://www.youtube.com/watch?v=pTqEW2em0u4

LIKE A ROLLING STONE
Bob Dylan


Once upon a time you dressed so fine
You threw the bums a dime in your prime, didnt you?
Peopled call, say, beware doll, youre bound to fall
You thought they were all kiddin you
You used to laugh about
Everybody that was hangin out
Now you dont talk so loud
Now you dont seem so proud
About having to be scrounging for your next meal.

How does it feel
How does it feel
To be without a home
Like a complete unknown
Like a rolling stone?

Youve gone to the finest school all right, miss lonely
But you know you only used to get juiced in it
And nobody has ever taught you how to live on the street
And now you find out youre gonna have to get used to it
You said youd never compromise
With the mystery tramp, but now you realize
Hes not selling any alibis
As you stare into the vacuum of his eyes
And ask him do you want to make a deal?

How does it feel
How does it feel
To be on your own
With no direction home
Like a complete unknown
Like a rolling stone?

You never turned around to see the frowns on the jugglers and the clowns
When they all come down and did tricks for you
You never understood that it aint no good
You shouldnt let other people get your kicks for you
You used to ride on the chrome horse with your diplomat
Who carried on his shoulder a siamese cat
Aint it hard when you discover that
He really wasnt where its at
After he took from you everything he could steal.

How does it feel
How does it feel
To be on your own
With no direction home
Like a complete unknown
Like a rolling stone?

Princess on the steeple and all the pretty people
Theyre drinkin, thinkin that they got it made
Exchanging all kinds of precious gifts and things
But youd better lift your diamond ring, youd better pawn it babe
You used to be so amused
At napoleon in rags and the language that he used
Go to him now, he calls you, you cant refuse
When you got nothing, you got nothing to lose
Youre invisible now, you got no secrets to conceal.

How does it feel
How does it feel
To be on your own
With no direction home
Like a complete unknown
Like a rolling stone?

Traducción:
Like a Rolling Stone

Había una época en que vestías tan elegante
Arrojabas una moneda de diez centavos a los vagabundos
En la primavera de tu vida, ¿no es así?
La gente gritaba, decía, «Ten cuidado muñeca, te la vas a pegar»
Pensabas que estaban tomándote el pelo
Solías reírte de todos los que te rodeaban
Ahora no hablas tan alto
Ahora no pareces tan orgullosa
De tener que mendigar para tu próxima comida.

¿Qué tal sienta
Qué tal sienta estar sin hogar
Como una completa desconocida
Como un canto rodado?

Has ido a los mejores colegios, de acuerdo, Señorita Solitaria
Pero tú sabes que lo único que solías hacer allí era chismorrear
Y nadie te enseñó nunca cómo vivir en la calle
Y ahora descubres que tendrás que acostumbrarte a hacerlo
Decías que nunca te comprometerías
Con el misterioso vagabundo, pero ahora te das cuenta que no vende ninguna coartada
Mientras miras fijamente el vacío de sus ojos
Y le preguntas ¿quieres hacer un trato?

¿Qué tal sienta
Qué tal sienta estar sola sin un hogar
Como una completa desconocida
Como un canto rodado?

Nunca te giraste para mirar el ceño fruncido de los prestidigitadores y los payasos
Cuando venían a hacer sus trucos para ti
Nunca comprendiste que eso no estaba bien
No debiste permitir que otros se dieran patadas para divertirte
Solías montar en el caballo cromado con tu diplomático
Que llevaba sobre su hombro un gato siamés
¿No es duro descubrir que no era lo que parecía
Después de que te robara todo lo que pudo?

¿Qué tal sienta
Qué tal sienta estar sola sin un hogar
Como una completa desconocida
Como un canto rodado?

La princesa en el campanario y toda la gente guapa
Están bebiendo, piensan que han triunfado
Intercambiando toda clase de preciosos regalos y cosas
Más vale que te quites el anillo de diamantes y lo empeñes
Solías divertirte tanto con el andrajoso Napoleón y el lenguaje que empleaba
Ve con él ahora, te llama, no puedes negarte
Cuando no tienes nada, no tienes nada que perder
Eres invisible ahora, no tienes secretos que ocultar.

¿Qué tal sienta
Qué tal sienta estar sola sin un hogar
Como una completa desconocida
Como un canto rodado?

domingo, 19 de octubre de 2008

El polígrafo católico


A continuación, les propongo una secuencia de frases de uno de los mejores humoristas, aforistas, cuentistas, historiadores, pensadores, juglares, etcéteras ingleses, a su vez gran novelista y que abordó tanto el teatro cuanto la poesía con mucho éxito. Hombre que, cuando estuvo vivo, alcanzó renombre. Polígrafo, defendió con una lucidez pocas veces repetida o emulada al catolicismo. Me refiero a Gilbert Keith Chesterton:


CHESTERTON, Gilbert Keith

Crítico, novelista y poeta inglés. Nació el 29 de mayo de 1874 en Londres, en el seno de una familia acomodada y protestante. Cursó estudios de arte en la Slade School of Art. Escribió artículos para algunos periódicos, además de para su propio semanario G.K.'s Weekly. También escribió poesía y una serie de relatos que narran las aventuras detectivescas del Padre Brown y otros del mismo corte con variopintos personajes, como Horne Fisher o Mr. Pound, seguidamente ponderados por críticos (me limito al español) de la talla de Jorge Luis Borges o Alfonso Reyes. Sin embargo, es el sacerdote-detective, un menudo sujeto que parecería no hacer nada, menos pensar, quien le dio renombre y popularidad; éste apareció en The Innocence of Father Brown (1911). Se convirtió al catolicismo en 1922. Entre sus obras más destacadas aparecen sus novelas El Napoleón de Notting Hill y El hombre que fue jueves (1908), así como breves libros indispensables en el pensamiento contemporáneo, como Enormes minucias o aun su impresionante Herejías. No voy a recurrir a su Autobiografía, joya del sentimentalismo, o a esa pieza magistral de historia, en la cual engloba al mundo (valga la redundan...) intitulada Pequeña historia de Inglaterra. Y es que también fue historiador... Y de hablar de Chesterton, nos pasaríamos horas y gastaríamos tiempo virtual -si es que existe.
Resumen:
Falleció el 14 de junio de 1936. O al menos eso dicen.

Frases del autor:
"La función esencial de la lisonja es lisonjear a las personas por las cualidades que no poseen."
"Bebed porque sois felices, pero nunca porque seáis desgraciados."
"La fatalidad no pesa sobre el hombre cada vez que hace algo; pero pesa sobre él, a menos que haga algo."
"La aventura podrá ser loca, pero el aventurero ha de ser cuerdo."
"Si el vino perjudica tus negocios, deja tus negocios."
"Muchos críticos de hoy han pasado de la premisa de que una obra maestra puede ser impopular, a la premisa de que si no es impopular no puede ser una obra maestra."
"Sentir que se ríe de nosotros algo al mismo tiempo inferior y más fuerte que uno es espantoso."
"Democracia significa gobierno por los sin educación, y aristocracia significa gobierno por los mal educados."
"El optimista cree en los demás y el pesimista sólo cree en sí mismo."
"No hay cosas sin interés. Tan sólo personas incapaces de interesarse."
"La única educación eterna es esta: Estar lo bastante seguro de una cosa para decírsela a un niño."
"Una buena novela nos dice la verdad sobre su protagonista; pero una mala nos dice la verdad sobre su autor."
"Gran diferencia existe entre la persona que pide leer un libro y la que pide un libro para leer."
"Los enigmas de Dios son más satisfactorios que las soluciones de los hombres."
"Optimista es el que os mira a los ojos; pesimista, el que os mira a los pies."
"«Divertido» no es lo contrario de «serio». «Divertido» es lo contrario de «aburrido», y de nada más."
"La afirmación de que los mansos poseerán la tierra está muy lejos de ser una afirmación mansa."
"Un hombre puede combatir una afirmación con un razonamiento; pero una sana intolerancia es el único modo con que un
hombre puede combatir una tendencia."
"La idea que no trata de convertirse en palabras es una mala idea; la palabra que no trata de convertirse en acción es, a su vez, una mala palabra."
"La humildad es una virtud tan práctica que los hombres se figuran que es un vicio."
"El maestro que no habla dogmáticamente es simplemente un maestro que no enseña."
"La acción y la crítica son fáciles, el pensamiento no tanto."

viernes, 17 de octubre de 2008

La invención de Morel y eso que llaman retornografía



"La invención de Morel" de autoría del escritor argentino Adolfo Bioy Casares, una de las letras prominentes, históricamente, de América latina, es una de las piezas indispensables en el entorno literario latinoamericano, aparte de gustarnos a Roberto Bolaño, Jorge Luis Borges (íntimo amigo de Bioy) y a un servidor. Comparte un sitial preponderante con novelas como Cien años de soledad, de García Márquez, Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato, José Trigo de Fernando del Paso, Pedro Páramo de Juan Rulfo, (me atrevo) Los detectives salvajes de Bolaño y una contada de obras más, donde corresponden nombres variopintos como Miguel Ángel Asturias o Juan Carlos Onetti o...
De la trama de La invención de Morel se pueden extraer muchas conclusiones y, lo que es mejor, muchas controversias. Pero lo verdaderamente importante de esta obra, por no decir impresionante, es la calidad con la cual ha sido narrada y lo que en sí dice: una historia que, en pocas páginas, se abastece a sí misma hasta complementarse. Contiene amor, fantasía meditada -y léase con cuidado lo que anoto-, incluso ciencia y unos toques de existencialismo y monólogo interior dignos del mejor. Por eso, léanla, reléanla. Borges, en el prólogo a la obra original, del cual no puede prescindir una buena edición, dejó dicho que no le resultaba una hipérbole o una exageración calificarla de perfecta. Pues sí, lo es. Imaginación razonada... cosa rara en América latina, fluye explicativa y connotativamente hasta dejarnos una sensación de llenura, pero no una llenura que urja desahogo, sino una llenura que reclama reposo, discernimiento, entendimiento. Algo, luego de leerla, parecería completarse en uno y en el mundo de uno... Cabe asimismo leerla (o ya de plano releerla) como lo que es: una digna pieza defensora de un lenguaje, de un idioma como nuestro español que de tanto modismo y tanto neologismo de poco en poco se va perdiendo, lo vamos perdiendo... Escrita en un estilo pulcro y aun refinado, se hace fluida e integra así a la historia con la calidad narrativa. Eso sí, en esta obra hay poca metanarrativa; quiero decir que está bien escrita, que es una novela en el más sincero de los términos.
Para quien no la ha leído, le resultará una sorpresa, además de dejarle un sabor en la boca de deber cumplido. ¿Cuántas veces, vuelvo a preguntar, en nuestro entrañable continente, se imagina razonablemente?
El eterno regreso está presente en La invención de Morel no sólo por el tema, sino por la forma. Se hace la escritura del regreso, la retornografía con la que titulamos nuestro texto. A lo largo de la novela se percibe una estructura que establece el efecto del retorno y que se basa en la repetición de los acontecimientos. Faustine va diariamente a las rocas de la playa a leer y a mirar el sol, y el fugitivo la mira a escondidas todos los días. Las conversaciones entre ella y Morel se repiten, el sonido de “Té para dos y Valencia” reaparece innumerables veces y, además, hallamos citas de Cicerón sobre el regreso y aún alusiones al mito de Isis y Osiris; es decir, se construye también una sintaxis de la repetición, que contribuye para producir el efecto retornográfico que el libro logra.
En fin. De una obra como ésta no se puede hablar hasta el fin, porque no lo tiene. Todo buen creador lo sabe (a lo Fontanarrosa): hay que crear el infinito, y hay que olvidar acabarlo.

Series of Dreams


Como recomendación, para cualquier posible aunque improbable lector de esta crónica, escuche la canción de Bob Dylan, "Series of Dreams", tema incluso en el álbum "Oh mercy" y que es posible también encontrar en "Tell Tale Signs The Bootleg Series Vol. 8". Como preámbulo a la sorpresa que el escucha seguramente se llevará de esta canción, vale rescatar la pasión en esa voz carrasposa y como desganada del viejo Bob que resuena con diafanidad, a pesar de darnos esa sensación (propia de todo genio) de que no quisiera decirnos nada de nada en absoluto, como si lo único que entablara fuera una charla consigo mismo, como si pensara, como en una suerte de monólogo interior, pero que no se queda en las preguntas sino que resuelve su existencia, dándose respuestas, aunque sea la de no buscar respuestas. De la música, que a mí me remonta a una idea cinematográfica de culminación, como en el preámbulo al acto de amor o simplemente cuando se ve un ocaso con los ojos idos a otras fantasías para grabar en la retina de mejor forma ese momento, la dejo al gusto personal. En sí, me parece cautivadora. De poco en poco eleva su nivel hasta un clímax solaz. También, tras oírla, puedo pensar en un ahorcamiento o en el suicidio o la separación por amor, uno de esos amores desinteresados, tanto que hasta la vida resulta inválida o sobrante.
Escúchenla y vuélvanla a escuchar (leitmotiv, nada más). Aunque, bueno, hay tantas o todas de Dylan, que resulta obviar o redundar decir cuál sí y cuál no, porque no, ninguna; y sí, las demás. Dígase: Someday baby o Political World o If You See Her, Say Hello...
He aquí la letra con su traducción al español:

Series Of Dreams
Bob Dylan


I was thinking of a series of dreams
Where nothing comes up to the top
Everything stays down where it's wounded
And comes to a permanent stop
Wasn't thinking of anything specific
Like in a dream, when someone wakes up and screams
Nothing too very scientific
Just thinking of a series of dreams
Thinking of a series of dreams

Where the time and the tempo fly
And there's no exit in any direction
'Cept the one that you can't see with your eyes
Wasn't making any great connection
Wasn't falling for any intricate scheme
Nothing that would pass inspection
Just thinking of a series of dreams
Dreams where the umbrella is folded

Into the path you are hurled
And the cards are no good that you're holding
Unless they're from another world
In one, numbers were burning

In another, I witnessed a crime
In one, I was running, and in another
All I seemed to be doing was climb
Wasn't looking for any special assistance
Not going to any great extremes
I'd already gone the distance
Just thinking of a series of dreams
Dreams where the umbrella is folded

Into the path you are hurled
And the cards are no good that you're holding
Unless they're from another world
I'd already gone the distance

Just thinking of a series of dreams

Traducción:
Una serie de sueños


Pensaba en una serie de sueños / Donde nada llega hasta arriba / Todo queda abajo donde permanece herido / Y alcanza su quietud definitiva / No pensaba en nada específico / Como en un sueño, cuando alguien se levanta y grita / Nada demasiado científico / Sólo pensando en una serie de sueños // Sueños en los que el paraguas está cerrado/ Donde te empujan al sendero/ Y ninguna de tus cartas es buena / /Salvo que sean de otro mundo // En uno, la superficie estaba congelada/ En otro, fui testigo de un crimen/ En uno, corría, y en otro / Tenía que trepar y trepar // Sueños en los que el paraguas está cerrado / Donde te empujan al sendero/ Y ninguna de tus cartas es buena / Salvo que sean de otro mundo/ No buscaba una ayuda especial / No buscaba experiencias extremas // Me había alejado mucho / Sólo pensando en una serie de sueños.

jueves, 16 de octubre de 2008

Vida y sangre


La vida es una fuente de muerte. ¿De dónde si no brotan los malos ratos, las enfermedades, la gana de conocer el Más Allá?

Hay en tu espíritu mil espías, que envías
lejos de su morada
a hallar en mí verguenzas y horas malvacías,
celos por donde tus palabras se guíen,
excusas que de mi reposo sean centinelas
y me despierten lejos de mí;
de ti y tu encono, cerca...
dioses en los que, como en la noche ajada,
te identifiques para justificar mi exterminio,
mi vida y mi sangre,
mi sobra de edad en la tuya de hermosura,
mis sueños de ser rey que al despertar han sido enroque.

Muestrario (dos cuentos por acabar)


Como todo gran hombre, Indio sabía que tenía un poder que explotar, aunque descubrirlo le costó más que la vida... Para reconocerlo, dispuso sus ansias y su corcel a un viaje. No lo planificó; le bastó con ver el horizonte, regresar a casa y con una cantimplora partir.
Recorrió extensos tramos de valles habitados por alacranes y arenas movedizas. Se contaminó, no una vez, de una extraña enfermedad que les sucede, lo supo después, solamente a los doctos, una suerte de lepra que brota desde las entrañas y que es sanada con la estupidez.
(Cuento inacabado)
(...)
Todo criminal retorna a la escena del crimen, dicen los libros. Él, huye de allí, pero primero se atreve a verlo todo en retrospectiva. Recuerda, pues, la primera tarde que se hospedó en la casa de doña Engracandinha, a quien nunca pudo llamar como debía; su español le impedía sonar como debía, es decir con esa eñe que no es eñe porque está rodeada de dos vocales que la permutan en algo así como una unión entre la jota y la eñe, algo incomprensible para un vulgar ecuatoriano que del bachillerato no pasó.
Al día siguiente escucha Talk a Walk on the Wild Side en esa versión encantadora donde sólo se le oye a Lou Reed el repetido Doo, doo, doo, doo, doo, doo, doo, y está seguro que le va a gustar el lugar. "Y creer ahora, se dice mientras intenta acomodarse al asiento de ese maltrecho autobús que pretende lo lleve lejos, muy pero muy lejos, que odio esa casa del demonio".
Es entonces, por mera curiosidad, que se acerca a la puerta del doctor. Golpea. De inmediato lo atiende un sujeto greñudo que aparece en una oscuridad extraña, rostro levemente sonrosado cubierto de humo, que lo invita a pasar y le dice que es médico titulado "hará veinticinco años", palabras castellanas que salen de sus labios silenciosos y esa boca oscura, como el cuarto, donde sólo brillan dientes amarillos. Ve el desorden de la habitación que está silenciosa y no cree que un médico pueda estar en una pocilga como ésa; un dolor nada gratificante en sus ojos. La sombra del doctor apagó el fuego y se deslizó por su caverna. Vuelve en sí. Todos los sí. Sí él, autoestopista vocacional que ha pasado así los últimos tres años y pico de su existencia tratando a su vez de justificarla en el camino, en las melodías estridentes de los poetas de paso que dizque hacen música y en el recuerdo de los poetas mediocres como Jim Morrison y los Ché Guevara que sugerían todo tipo de desencuentro como todo tipo de sueño, según él. Sí él, habitante de la vulgaridad de los que despreciaron a tiempo los estudios y que se entregaron a esa vida a costa de sus familias y las buenas referencias. Sí él, escritor de esa poesía verdadera y sí a hacer de esos papeles barquitos y dejarlos ir por las cloacas hasta que ganen vida. Sí al amor de malabarista esquinero, de observador de constelaciones que por un beso inventa que es Andrómeda lo que es Casiopea. Sí él, cuya vida se justifica en esos submundos.
Sigiloso como un tigre, vuelve a él el próximo encuentro. Una cafetería contigua al Maracaná que se llama como el estadio. Cinco botellas de cerveza ya vacías. Atardece lentamente y el viento atlántico mece las banderas en lo alto de las plateas del estadio. El doctor arroja su cigarrillo al suelo. Imágenes perdidas. Hojas viejas y amarillas, la mayoría de anuncios de prostíbulos y de candidatos presidenciales. De repente, el recuerdo se hace más claro por algún sentimiento que le rebrota. Es extraño, un coche cubierto de cagadas de pájaros, como el doctor, como los ojos del doctor. Sabe, para ironía del caso, que el doctor está enfermo. Basta con verlo.
-Va a morir -le dice al doctor, sin pensarlo.
Éste ríe, en su memoria ríe. Sus dientes amarillos lo devuelven al autobús. "¿Cómo pudo no verlo él mismo?, se pregunta. Ah claro, es que la enfermedad estaba en sus ojos", se responde.
Duerme un rato y se despierta al sentir que no se mueve, el autobús se ha detenido. Soñoliento, ve subir uniformados que piden la identificación de dos pasajeros escogidos al azar.
(Cuento inacabado)
A Take a Walk on the Wild Side, se la puede ubicar en la siguiente dirección: