lunes, 27 de octubre de 2008

La vida y algunas instrucciones para usarla




















Cuando le preguntaron a Roberto Bolaño, cuáles eran sus cinco libros, respondió, con su sorna característica, pero también con su común inteligencia, que sus cinco libros eran cinco mil. Enumeró libros entrañables y alguno que otro del que no puede adolecer una antología o biblioteca que se considere digna; a saber: El don Quijote; La vida, instrucciones de uso; Contrapunto; La invención de Morel; todo Borges; etcéteras.

Fragmento de El viaje de invierno de Georges Perec:

Durante todo el día, contando con la ayuda de Denis, Degräel procedió a un examen sistemático de la obra, persiguiendo la dispersión de los fragmentos en decenas de antologías y colecciones de textos. Así encontraron cerca de trescientos cincuenta, repartidos en casi trescientos autores; tanto los célebres como los más oscuros poetas del fin del siglo diecinueve, y a veces incluso los prosistas (como León Bloy y Ernest Hello), parecían haber hecho de El viaje de invierno la biblia de donde hubieran extraído lo mejor de sí mismos.

A sabiendas que encasillar una lista de los libros a leer es alerdear pero también enriquecedor para el oyente o para el lector, me atrevo a dar una breve lista de los libros que, además de ser de cabecera, pueden dar sentido (en mi humilde opinión) a este mundo que reclama magia y muchas veces espera que esta magia lo justifique. Me atrevo, pues, a dejar constancia de mis libros que hoy (ya que los tiempos, como las costumbres y los anhelos van cambiando según se vive, ergo, se aprende) marcan el camino, a veces tambaleante, a la manera de Kafka, que recorremos los equilibristas que sobre esas líneas hacemos equilibrio.
He aquí mi primer intento que la Providencia sabrá si lo continúo o fenece donde nace, en este blog (o juego de egos):
Me acojo, no sin entusiasmo, a la obra íntegra de William Shakespeare, el bardo inglés que dejó dicho que "la vida es un cuento contado por un idiota"; sin embargo, limito la panorámica a Hamlet, Otelo, El rey Lear, Macbeth, Ricardo III y los Sonetos.





Georges Perec, y la dificultad que plantea, me entretiene constantemente. Abrir cualquier página de La vida, instrucciones de uso, abastece mis días, sobre todo mis tardes ociosas, con la magia de un puzle que, además, está relleno de nouvelles y cuentos de una exquisita manufactura. Un escritor que sí escribía, y vaya cómo.
De La invención de Morel, sólo añadiré que sigue siendo una alegría abordarla cuando sea, bajo el estado de ánimo que nos toque afrontar, ensopados o agrios...
Mi predilección es prosáica, no obstante, sé que la poesía es del hombre como el hombre lo es del vino. Quisiera decir que Whitman está sobre todos; lamento decepcionarme. Prefiero al mismo Shakespeare, a Keats, a Edgar Lee Masters, a Wallace Stevens y, en español, a Vallejo. Cualquier libro de César Vallejo.



PRIMERA TIBIEZA
Wallace Stevens


Me pregunto: ¿He vivido una vida de esqueleto
siendo un interrogador de la realidad,

compatriota de todos los huesos del mundo?
Ahora, aquí, la tibieza que había olvidado se torna

parte de la realidad mayor, parte de
una apreciación de una realidad;

y así en una elevación, como si viviera
con algo que pudiera tocar, tocar en todo sentido.

Obviamente, El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha.
Obviamente, Ulises, esa obra que James Joyce dijo que había escrito para mantener ocupados a los críticos durante cien años.
Entre las novelas, Grandes esperanzas de Dickens, Seda de Antonio Baricco, La conjura de los necios de Kennedy Toole, Cien años de soledad de García Márquez, Mientras agonizo de William Faulkner, y como se trata de una suerte de escogitamiento, me detengo en este punto con las novelas, aunque también me gustaría contar entre ellas a Meridiano de sangre de Cormac McCarthy y esa joya del postmodernismo llamada La subasta del lote 49 de Thomas Pynchon y esa otra joya de la literatura contemporánea titulada por Umberto Eco "El nombre de la rosa" y esa otra maravilla, El sueño eterno, de Raymond Chandler, y cómo no dejar para después Palinuro de México de Fernando del Paso o El hombre que fue jueves de Chesterton o El corazón es una cazador solitario de Carson McCullers...
Entre los cuentistas, nadie como Kafka y nadie como Borges y nadie como Chesterton, en sus rubros, aunque similen.



EL BUITRE
Franz Kafka



Érase un buitre que me picoteaba los pies. Ya había desgarrado los zapatos y las medias y ahora me picoteaba los pies. Siempre tiraba un picotazo, volaba en círculos inquietos alrededor y luego proseguía la obra.
Pasó un señor, nos miró un rato y me preguntó por qué toleraba yo al buitre.
-Estoy indefenso -le dije-, vino y empezó a picotearme, yo lo quise espantar y hasta pensé torcerle el pescuezo, pero estos animales son muy fuertes y quería saltarme a la cara. Preferí sacrificar los pies: ahora están casi hechos pedazos.
-No se deje atormentar -dijo el señor-, un tiro y el buitre se acabó.
-¿Le parece? -pregunté-, ¿quiere encargarse del asunto?
-Encantado -dijo el señor-; no tengo más que ir a casa a buscar el fusil, ¿Puede usted esperar media hora más?
-No sé -le respondí, y por un instante me quedé rígido de dolor; después añadí-: por favor, pruebe de todos modos.
-Bueno- dijo el señor-, voy a apurarme.
El buitre había escuchado tranquilamente nuestro diálogo y había dejado errar la mirada entre el señor y yo. Ahora vi que había comprendido todo: voló un poco, retrocedió para lograr el ímpetu necesario y como un atleta que arroja la jabalina encajó el pico en mi boca, profundamente. Al caer de espaldas sentí como una liberación; que en mi sangre, que colmaba todas las profundidades y que inundaba todas las riberas, el buitre irreparablemente se ahogaba.

Dejo para una futura e improbable ocasión, la continuación de esta lista. Hasta entonces, tal vez descrea de alguno o varios de los libros antedichos. Por el momento, no.

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