viernes, 4 de noviembre de 2011

Pan

No había pan en casa. El niño lloraba desesperado al pensar que su madre a la vez desesperada no hallaba forma de conseguir pan. El hermoso rostro de la madre brillaba aún con la juventud aquella noche en que lo cogía de las manos con tanto cariño e intentaba hacer que cesaran sus lágrimas. El niño habría preferido saborear su calmante deleite y no molestar a su madre. Su cólera habría sido menos triste para él que aquella triste dulzura. Con una mano impía acababa de trazar en el alma de su madre una primera arruga y pintarle un primer cabello blanco. Esa idea intensificó el sollozo desesperado del niño, en tanto su madre intentaba contener las lágrimas y volverse pan.

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