jueves, 16 de agosto de 2012


¿Quién podría redefinir el concepto a alguien que declara ser un inquilino feliz de la Torre de Babel?
Durante los últimos años hemos rondado a esta edificación como si se tratara en realidad de aquel castillo inaccesible ideado tan siniestra y diestramente -no es oxímoron, conste- por Franz Kafka; como si la idea de felicidad fuera inalcanzable. Nada más falso y lejano a la realidad. Aunque muchas veces pensamos en esta realidad como un ente vivo que está en el horizonte y que camina hacia él mientras nosotros vamos tras suyo a nuestro ritmo. Por suerte soy una de esas personas que tienen y se jactan de tener tan buena memoria que no se olvidan lo que no sabían. Es decir, que con el paso del tiempo, se corrigen más por los meandros y vericuetos de la falsedad. Lo excepcional, y con esto acabo esta inútil diatriba que me retorna al blog casi olvidado, y lo maravilloso es no tener un "yo". Que el "yo" sea el resto.
Juan Benet deja manifiesta, en su estupendo, por no decir glorioso ensayo "La construcción de la Torre de Babel", la inverosimilitud del cuadro de Brueghel de esa construcción. El motivo bíblico o veterotesatamentario, era llegar a ver a Dios cara a cara. Según Kafka, repito, reconstructor de mitos añejos y siempre renovables, la muralla China fue también un mejor esfuerzo por forjar las bases, los cimientos de esa torre que el señor de Babilonia no pudo idear, antes soñar.
Nos hemos olvidado por mucho tiempo que seguimos construyéndola. Lo dice mejor Luis Felipe Aguilar en un breve y contundente -y por eso cuasi perfecto- cuento de su autoría.
A mi humilde parecer, la Torre fue destruida por Dios, como rezan los papeles y la memoria colectiva, y se enconó con los hombres que la edificaban (volviéndolos tartamudos, destruyendo el esperanto por Él mismo creado), porque de tan ambiciosos que eran, no podían ofrendarle algo tan pequeño. Los destruyó con la consigna de que la vuelvan a idear, y para que los nuevos y futuros arquitectos la piensen mejor. El Señor no podía admitir tan mediocre obsequio; y menos si era un reto.

No hay comentarios: