jueves, 2 de septiembre de 2010

Galería en la Calle 7

LA MEDIDA DEL VIAJE

En mi sueño una mujer reloj arena camina junto a mí en un arduo desierto inacabable. Me pregunto adónde vamos, pero estoy seguro que ella no dice palabra al respecto, sin embargo me responde con voz dulce, aunque no la escucho, que estamos buscando lo que se ha perdido. Pero ¿qué se nos ha perdido?, pregunta cuya respuesta es lo último que recordaré de un sueño: no se a ti qué cosa, pero yo he perdido el tiempo.

DUBLINADAS

En Dublín se tuvo de moda, entre 1926 y 1941, leer las honras fúnebres que aparecían en los diarios, con la intención de hacer sentir bien a los periodistas, ya que los irlandeses siempre han entendido dos cosas: que Dios inventó el licor para que ellos no se adueñen del mundo y que el meollo del periodismo consiste en decir que un tal James Joyce ha muerto a gente que no supo que un tal James Joyce estaba vivo.

¿CÓMO SE HACE?

¿Cómo se hace? Es lo último que recuerda haber escuchado después de haber admirado, una vez más, cómo sus padres y el mundo caían a sus pies. No recuerda, ahora, qué es lo que pasó ni cómo es que el mundo, su mundo, llegó a ese punto, ése donde todo es igual, donde una sonrisa es igual que un golpe o donde el hambre es igual a la oscuridad. Y por si eso fuera poco, no recuerda cómo es que él solo llegó a cargar con todo el peso de esos sentimientos vacíos, o más bien llenos de lágrimas; no sabe cómo es que su cama está tendida y las cortinas están corridas y de eso se da cuenta por un rayo de sol que no lo deja dormir.
¿Cómo se hace? Vuelve a recordar o quizá sólo se lo imagina, pero para cuando realmente despierta encuentra la respuesta a esa pregunta y entonces entiende que esa es la voz de su madre preguntando cómo se apaga la hornilla por donde escapa el gas justo antes que él encienda un fósforo.

Relato de Daniela Jaramillo

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