martes, 2 de diciembre de 2008

Sueños de niños


¿Cómo no encontrarse a uno mismo en esos momentos en que revisa imágenes, totalmente improvisadas, y con las cuales uno da al revisar los viejos libreros donde colocamos nuestros recuerdos para que florezcan, intentando regarlos con el transcurso del tiempo y de vez en cuando hablarles en lengua extranjera o lengua propia o incluso a veces hablarle en lenguas muertas, esperantos de ojos de prostitutas o de nuestros padres y abuelos cuando ven el horizonte, perdidos porque allí encontraron un recuerdo del cual no se quieren volver a desprender, y deshojarlas cuando tales hojas sean más maléficas que promotoras de bienaventuranzas? ¿Cómo no verlas con orgullo y nostalgia, con melancholicus morbus? Eso me ha ocurrido últimamente. He dado con imágenes que han vuelto a abrir, totalmente, mi apetencia infanto-juvenil. He recordado (¿o recobrado?, aunque no sabría decir si alguna vez los perdí) a mis queridísimos Snoopy o Astérix, a He-Man o a Robotech con su capitán Rick Hunter o Lisa Heis o la preciosa Lin Minmey y su voz celestial, recuerdos de mi infancia que ennoblecen mis días al darme a entender, a mí mismo, que el camino tomado no ha sido del todo vano ni tan entorpecido por malos ratos, baches que nos han obligado a cambiar la marcha y a veces hasta las ruedas, ni que ha surgido de la nada, sino más bien de un trabajado empeño de mis padres en hacer de mí un hombre digno, anhelante de bondades y felicidades circundantes y que reniegue de las nimiedades propias de la vida, esas cositas que nos calculan o que nos rigen o que, ya de plano, destinan malamente nuestros pasos y encurvan la línea recta y, para detrimento de la cordura, a veces enrectan las indispensables curvas. No sé si esto sea caer en puritanismos o patetismos; lo que sí sé, es que la gana por entablar una charla con uno mismo es algo que me suele suceder seguido, y con ganas lo llevo a efecto.


Mafalda -esa niña prguntona y sabia- también estuvo allí, en mi creciemiento, en mis ganas de entender o interpretar este reino del Samsara donde todo es posible aunque no todo sea permitido, donde todo es imaginable como una catacumba donde fenezcamos y que no encontremos nada más placentero que estar allí, y que allí no encontremos nuestro semblante sino el de todos: el de nadie, el del muerto. También me cautivó su forma de ser, tan enhiesta ante tanta calamidad, la de sus padres, la de sus amigos, y aún así, toda ella resistente, toda ella viviente, no tan sólo sobreviviente. La gracia infantil es necesaria en este mundo. Y habemos obstinados a seguir siendo niños. Recordemos que la felicidad son los sueños que tuvimos de niños cumplidos en la adultez. Que los niños sigan soñando y nosotros, nosotros tratemos de que sus sueños sean realidad. Ahora, me declaro niño... para que me cumplan mis sueños. Sí, capricho se llama, el de Snoopy que camina, el mío, que sueño que sueño.

1 comentario:

Amelie dijo...

(este es el segundo intento)

Que sorpresa encontrarte en internet...

Felicitacioooooooones!!! que chévere ver como has madurado en tus historias y escritos... Me envolvieron éstos, y me perdí en tantos recuerdos...

Mantén el espacio, estaré pendiente de lo que vendrá...